ACTO II - CAPÍTULO 2

9ª REUNIÓN FILOSÓFICA

ATENAS

Sábado 26 de mayo de 2018

Atenas Grecia

Los colores de la selección griega y la bandera helénica vestían las gradas del Estadio Olímpico de Atenas cuando acudieron a los vestuarios.

Alexandre marcó dos goles y vencieron al equipo griego por tres a cero.

—Una selfi por favor —le dijo un niño después de haber firmado un autógrafo en el hotel donde se alojaba con el equipo.

—¿Te vas, filósofo? —le preguntó uno de sus compañeros que estaba en el bar.

—Aristóteles me espera —respondió bromeando.

—Salúdalo de mi parte —bromeó de vuelta.

Yellow lo llevó del hotel a un apartamento justo enfrente de las ruinas del Templo de Zeus, a poca distancia del Partenón.

En la entrada del edificio se encontraban seis agentes de seguridad armados hasta los dientes vestidos con trajes negros al lado de una tanqueta y una ambulancia.

—La ambulancia fue idea del Sr. Walker —dijo Yellow.

Subieron al último piso, luego bajaron dos y caminaron hasta el otro extremo del edificio.

—¡Hola Alexandre! —exclamaron Arturo y Ricardo al verlo entrar al apartamento.

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Los saludó y luego cerró las cortinas. Subió el volumen de la música y acercó tres sillas del comedor. Él estaba decidido. Se arriesgaría a contarles todo. Arturo y Ricardo lo miraron intrigados.

—¿Seguro que aquí no hay micrófonos escondidos? —preguntó Alexandre.

—Seguro —respondió Ricardo.

—Por favor, lleven sus celulares lejos de aquí —dijo Alexandre, ellos así lo hicieron y luego habló.

—Antes de entrar a tratar los temas filosóficos del libro, tengo que contarles algo de vida o muerte —dijo en voz baja, como si lo estuvieran grabando. Les habló casi en un susurro y ellos escuchaban atentamente con la cabeza muy cerca de la suya—. Voy a ir directo al grano. No me interrumpan. Voy a tomar descansos para que puedan digerir lo que les voy a contar. Es fuerte. No lo van a creer. Van a querer levantarse de sus sillas y salir corriendo. Les contaré todo y luego, cuando termine, responderé a todas sus preguntas. ¿Están de acuerdo?

—Sí.

—¿Prometen mantener en secreto lo que digo?

—Sí.

—Está bien, por favor no me interrumpan hasta el final. Es difícil de creer lo que les voy a contar, pero escuchen todo por favor. Voy a comenzar con lo más importante. Cuatro bombas nucleares mil veces más poderosas que la de Hiroshima explotarán en la final del Mundial de Rusia. Por favor no se muevan ni digan nada, solo escuchen y entenderán todo. Se que parece un absurdo, pero sigan escuchando hasta el final, por favor —dijo Alexandre y ellos asentían con la cabeza tragando saliva —. Está confirmado. Los relojes de las bombas están activados y explotarán en Moscú a las 20.00 horas del domingo 15 de julio en plena final del Mundial —dijo haciendo una nueva pausa y prosiguió—. Esta información está confirmada por los servicios secretos de varios países. La probabilidad de que suceda es del noventa y cinco por ciento y así lo han confirmado diversos servicios de inteligencia —se detuvo y vio como Ricardo y Arturo fruncían el ceño tratando de no levantarse de sus sillas—. Será un ataque de bandera falsa que desencadenará la Tercera Guerra Mundial, el Armagedón nuclear que terminará con nuestra civilización —y volvió a hacer una pausa—.

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Lo sé porque poco después de que empezáramos a escribir el libro, alguien que estaba investigando la muerte de Ronald me contactó y le prometí no revelar quién era —dijo Alexandre y continuó —. Es un ex agente de la KGB y nos está ayudando. Llamémoslo Sr. X. Él intentará detener los relojes de las bombas para que no exploten y se desate una guerra nuclear que convertirá al hemisferio norte en cenizas. La verdad es muy poco probable que lo logre, pero está trabajando en ello. Me dijo que me fuera al hemisferio sur que sobrevivirá a este Armagedón, que me llevará a mis seres queridos al sur porque allí las bombas no van a caer y el daño radiactivo será menor después del desastre. Yo ya tomé mi decisión. No me voy a ir al sur. Si la selección francesa llega a la final, y el Sr. X no detiene los relojes de las bombas, moriré en las explosiones nucleares de Moscú. Ustedes pueden salvarse refugiándose en Sudamérica, Australia o Nueva Zelanda, o pueden ir a Moscú a ver la final, lo que ustedes quieran, pero quizás deberían irse al sur para que prosigan con el libro si yo muero —dijo e hizo otra pausa—. Hablar con el presidente de Rusia para evacuar Moscú o suspender el Mundial no es una opción. No serviría de nada porque el presidente no lo sabe, y si se entera arruinaría la posibilidad de evitar el Armagedón. El Sr. X descubrió que esto lo está liderando La Familia, la misma sociedad secreta que les puso la bomba en el avión cuando volvían de Edimburgo y casi deja en silla de ruedas al Sr. Walker. El Sr. X grabó una reunión donde La Familia habla de un nuevo comienzo que renace de las cenizas. Quieren crear un nuevo gobierno mundial fascista y por supuesto gobernar ellos. Nadie nos escucharía si acudimos a la prensa porque nos tomarían por locos —dijo Alexandre y vio que Arturo y Ricardo lo miraban como si realmente estuviera loco y seguían intentando no moverse de sus sillas—. Por favor esperen que falta poco. Aunque nunca le he dicho nada a Sr. X de que estamos escribiendo el libro, de alguna manera lo sabe y me dijo que él mismo me mataría si no lo escribía. Conversamos hace dos días. Me dijo que el trabajo de él era impedir que las bombas exploten y que el mío era terminar el libro, y me dio a entender con toda claridad que me mataría si no lo hacía. 

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En este contexto yo ya tomé la decisión de publicar el libro en tres semanas y veinte idiomas el día inaugural del Mundial. Aprovecharemos la cobertura periodística del futbol para difundir la venta. La Familia no espera eso. Es un verdadero ataque por sorpresa.

—¡Estás loco! ¿Terminar y publicar el libro en tres semanas en todos esos idiomas? ¡Es muy poco tiempo! —exclamó Ricardo y Arturo iba a empezar a hablar.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡Prometieron no hablar! ¡Esperen por favor! Luego podrán hacer todos los comentarios y preguntas que quieran. Mi plan es que después de esta última reunión filosófica contactemos al Sr. Walker para que nos ayude con la publicación. Tendremos que contratar traductores, organizar un lanzamiento con publicidad y prensa. Podríamos ponerle al libro un nombre relacionado con el futbol para que más gente lo compre. Por ejemplo, Filosofía en metáforas del futbol y podemos poner a Ronald como autor. Convenceremos a su familia para que cuente a la prensa que su hijo lo había escrito antes de morir. Todos los periodistas van a hablar del libro durante el Mundial. Es una oportunidad de oro en cuanto a marketing —dijo Alexandre e hizo una pausa—. Necesitamos que se venda mundialmente en todas las librerías del mundo. Si hacemos un gran lanzamiento publicitario y pagamos a periodistas deportivos para que hablen sobre el libro, será un éxito de ventas y nuestra mejor oportunidad para lograr que mucha gente lo compre antes del Armagedón. Es el mejor homenaje a Ronald para que su libro, nuestro libro, pueda reconstruir lo que quede del mundo. Necesitamos hacerlo en tres semanas, cueste lo que cueste, no tenemos otra opción. También hay que considerar que se publique en el hemisferio sur donde no van a caer las bombas, se supone. Digo se supone porque, aunque es menos probable, el Sr. X me contó que algunas potencias nucleares en caso de un Armagedón, su doctrina militar es eliminar a todos los países, incluso a los que estén en el hemisferio sur, para que después del desastre nadie compita con ellos y así ser los únicos que hereden la Tierra. Pase lo que pase, la devastación en el hemisferio sur no será tan completa como la del hemisferio norte y quizá más gente alcance a comprar el libro. Ustedes tomen la decisión que quieran, yo ya tomé la mía. No los voy a presionar. Voy a poner tres millones de euros sobre la mesa para contratar a quien sea, pero necesitamos la ayuda del Sr. Walker —dijo Alexandre en tono urgente e hizo un cheque por esa suma al portador dejándolo sobre la mesa y preguntó—. ¿Están conmigo? —y hubo un largo silencio.

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Ricardo lo miró y supo que estaba diciendo la verdad. Su plan tenía sentido, aprovechar la cobertura periodística del Mundial era la mejor oportunidad de promoción para que mucha gente comprara el libro rápidamente.

—Yo pongo tres más —dijo Ricardo haciendo un cheque al portador que puso sobre la mesa.

—Y yo pongo tres más —dijo Arturo e hizo lo mismo.

—¿Entonces, tenemos un acuerdo? —preguntó Alexandre.

—Sí —respondieron.

—Por favor, Ricardo, llama ahora mismo al Sr. Walker. Él tiene muchos más recursos que nosotros y nos puede ayudar —dijo Alexandre.

—Mi canal para comunicarme con él es Francisca. Yo la llamo a ella, ella lo llama a él, y él me llama a mí.

—Entonces llámala ahora —dijo Alexandre y vio que Ricardo le estaba enviando un mensaje por un servidor de mensajes cifrados y agregó—. Será necesario contratar un jefe de profesionales de primera línea, un equipo que debe incluir traductores, editores, publicistas, periodistas y demás necesarios para planificar y llevar a cabo el lanzamiento, publicidad y colocación del libro en las librerías de todo el mundo. Ricardo, ¿puedes liderar el equipo de profesionales? Estaré ocupado jugando el Mundial de Futbol.

—Sí —contestó Ricardo.

—¿Ricardo, puedes dedicarte solamente a esto durante las próximas tres semanas? —preguntó Alexandre.

—Sí. Yo me las arreglaré con el club que dirijo en Inglaterra, no te preocupes, puedo organizarme cuando hay un objetivo claro —dijo Ricardo.

—¿Alguna pregunta? —dijo Alexandre.

—No te haré preguntas, porque tomé la decisión de creer que lo que dices es verdad. Si ocurre una guerra nuclear y morimos, es mejor estar preparados en caso que suceda. Si no sucede, las medidas que tomemos no serán en vano. No permitiré que mi familia venga a la final. Quizás yo me quede en Sudamérica. Tengo que pensarlo mejor, pero es verdad que si mueres en Moscú alguien tendrá que seguir con el libro —dijo Ricardo.

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—Yo también lo pensaré, pero aún no lo he decidido del todo. Quizás muera en Moscú —dijo Arturo.

—Tal vez no es buena idea de que muramos todos en Moscú, pues alguien tiene que levantar la antorcha de la razón para reconstruir el mundo. No bastará con publicar el libro. Tendremos que promover las ideas que contiene entre los jóvenes que espero se den cuenta más temprano que tarde que comprender la filosofía objetiva les ahorrará décadas de errores y evitará una futura extinción provocada por el hombre —dijo Alexandre.

—Lo haremos —dijo Arturo, pensando en la influencia mediática que él tenía.

En ese momento sonó el teléfono de Ricardo.

—Buenas tardes Sr. Walker. Muy bien gracias, ¿y usted? Me alegro. Iré directo al grano. Surgió algo urgente y necesitamos hablar con usted personalmente, es una cuestión de vida o muerte, pero no podemos hablarlo por teléfono. Sí. Podemos esperar hasta mañana al mediodía —dijo Ricardo mirando a Alexandre quien asentía con la cabeza—. Ok Sr. Walker, aguardaremos que llegue su avión y los tres estaremos en Oslo mañana por la noche. Sí, no se preocupe, llevaremos los paracaídas, buenas noches y gracias —dijo Ricardo y colgó.

—¿A qué hora nos vamos? —preguntó Alexandre.

—Su avión despega esta noche de Nueva York. Llegará a Atenas mañana al mediodía e inmediatamente volaremos a Oslo. Llegaremos al anochecer —dijo Ricardo y le preguntó—. ¿Estás seguro de ir con nosotros? ¿Qué pasa con la Copa Mundial de Futbol? Al entrenador de la selección francesa no le va a gustar que te desaparezcas —dijo Ricardo.

—No te preocupes. Puedo desaparecer por un par de días. Puedo manejar eso —respondió Alexandre.

Eran las dos de la tarde en Atenas y ya tenían un plan. En veinte cuatro horas llegaría el avión que los llevaría a Oslo. Alexandre sabía que el padre de Francisca no se fijaría en gastos para financiar una misión imposible. Pero lo primero era terminar el libro, así que abrieron las cortinas, se sentaron a la mesa y comenzaron a almorzar en total silencio.

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Solo se escuchaba el sonido de los cubiertos de plata chocando contra los platos de porcelana cuando comían hasta que el silencio se rompió.

—Ver el Partenón en estas circunstancias me hace sentir como uno de los trescientos espartanos de las Termópilas. Aquí estamos los tres, y tal vez también cambiemos la historia como ellos. ¡Qué locura lo que está pasando! —exclamó Arturo al mismo tiempo que tenía un pensamiento fugaz, “Hay mucha gente en el mundo. La vida en el planeta Tierra se ha extinguido muchas veces. Quizás la naturaleza esté buscando su propio equilibrio”.

Después del almuerzo recogieron la mesa y Alexandre encendió la grabadora para discutir los temas de la parte final del libro. Con El Partenón frente a ellos, Aristóteles parecía ayudarlos en esa difícil circunstancia. Hablaron sobre el papel de la ética en la autoestima y el sexo, y también sobre política y arte.

Se dieron cuenta de que elegir un código moral erróneo hacía imposible la verdadera autoestima, mientras que un código moral objetivo conducía a la felicidad sin culpa ni contradicciones.

—Las contradicciones éticas hacen imposible conectar amor heroico, con sexo; instinto, con razón —dijo Alexandre.

—¡Cuando las dudas morales se meten a la cama, apagan el fuego erótico! —exclamó Arturo.

En política concluyeron que el capitalismo o el libre mercado era un sistema apropiado, el mejor, pero siempre que fuera honesto, lo que implicaba un sistema financiero basado en oro metálico y justicia verdadera, es decir, jueces que no fueran corruptos y relaciones internacionales equilibradas sin países imperialistas que le hicieran sanciones económicas al resto, pues de lo contrario el libre comercio y la democracia eran un mal chiste de políticos corruptos que se comportaban como payasos. Si las Constituciones de los países era ley escrita, como había dicho Confucio, para gobernar apropiadamente había que reformar el lenguaje. Para eso nada mejor que la epistemología objetiva, algo que ya habían visto en reuniones pasadas. Las instituciones globales debían ser justas y considerar la cruda verdad del realismo geopolítico. En el arte defendieron obras que representaban al hombre como lo que podía y debía llegar a ser: un animal heroico y racional.

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Alexandre escribió la conclusión final del libro con un marcador en la ventana del apartamento.

«LA VERDADERA AUTOESTIMA COMIENZA CUANDO EL HOMBRE ENFOCA SU MENTE Y ELIGE UNA META PRODUCTIVA DESPUÉS DE DIFERENCIAR LOS CONCEPTOS QUE CONTIENEN PERCEPTOS DE LOS QUE CONTIENEN FANCEPTOS»

Contemplaron el texto con el Partenón de fondo y cuando brindaron, el sonido de sus copas evocó el sonido de trescientos espartanos golpeando sus espadas contra sus escudos en las Termópilas.

Terminaron a la una de la madrugada, pero había muchas cosas que pulir antes de publicar el libro. Alexandre se despidió y Yellow lo llevó de regreso al hotel donde estaba la selección de Francia. Al día siguiente llegaría el avión y Yellow lo recogería en el hotel para ir al aeropuerto y volar hasta Oslo junto a Ricardo y Arturo.

—Estén atentos. Yo me comunicaré con ustedes cuando llegue el avión del Sr. Walker —dijo Yellow cuando Alexandre se despedía de Ricardo y Arturo.

­—¿Tu pilotearás? —le preguntó Alexandre cuando Yellow lo dejaba en el acceso al hotel.

—Sí. Mañana al mediodía lo pasaré a buscar para ir al aeropuerto, así que está atento —respondió.

—Está bien. Estaré pendiente y esperando que llegues —dijo Alexandre bajándose del coche para entrar al hotel.

Al día siguiente Alexandre despertó descansado, pero expectante a las noticias de Yellow. Se bañó en la piscina del gran hotel. Llamaba a Victoria cada hora para ver cómo estaba.

Pasado el mediodía no veía a Yellow por ningún lado y Ricardo aún no había llamado, así que decidió llamarlo.

—¿Qué pasa Ricardo? ¿Ha llegado el avión?

—No lo sé. Seguramente se retrasó.

—Yellow no está aquí en el hotel. ¿Has sabido algo de él? —preguntó Alexandre.

—No.

—Está bien, esperemos otro poco —dijo Alexandre y suspiró frunciendo el ceño.

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Se esforzaba por estar tranquilo cuando jugaba al billar con unos amigos de la selección de Francia. Sintió que tenía que contarle todo a Victoria. Habían planeado un viaje a Venecia antes de la inauguración del Mundial y pensó que esa sería su oportunidad de hablar con ella. Si las bombas iban a estallar en la final del mundial en Moscú, Victoria tenía que ir con su familia a verlo a la casa de su prima en Sídney, porque Londres y alrededores desaparecerían en el Armagedón nuclear.

Cuando cayó la tarde volvió a llamar a Ricardo y este no sabía nada de Yellow. Decidieron seguir esperando.

—¿Que está mal mi amor? ¿Por qué me llamas tanto? Yo también te amo —le dijo Victoria.

—Ricardo. ¡Son las diez de la noche! ¡El avión debería haber llegado hace seis horas! ¡Llama a Francisca y dile que llame al Sr. Walker para que te llame ahora! —exclamó Alexandre por su celular.

Media hora más tarde Alexandre caminaba como un león enjaulado y llamó a Ricardo.

—¿Qué pasó con Francisca?

—Ella no responde.

—¿Y Yellow?

—Tampoco se nada de él.

—Está bien, mantengamos la calma. Creo que se cómo contactarla —dijo Alexandre apretando los dientes y llamó a Victoria.

—Sí amor, por favor urgente contacta ahora mismo a Francisca y dile que llame a Ricardo.

—¿Quién es Ricardo?

—Victoria, te lo cuento luego. Confía en mí. Por favor haz lo que te digo y llámame más tarde. ¡Es urgente!

Alexandre puso las bolas de billar en la mesa y empezó a practicar solo. Pidió un whisky con maní en la barra. En ese momento sonó su celular.

—Ella no me contesta —dijo Victoria.

—¿Le dejaste un mensaje?

—Ella me lo prohibió, no quiere que le envíe nada por escrito.

—Rompe la regla y déjale un mensaje.

—Pero…

—¡Hazlo! ¡Por favor! ¡Sigue llamándola hasta que conteste!

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—Está bien —dijo ella y no se atrevió a preguntar.

Alexandre recorrió todo el hotel buscando a Yellow, salió a la calle y recordó la primera vez que lo había visto con su boina amarilla. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba Francisca? Suspiró y volvió a llamar a Victoria.

—¿Nada? ¿Le dejaste un mensaje?

—Sí.

—¿Tienes alguna otra forma de comunicarte con ella?

—No.

—¿Estás bien? —preguntó Alexandre.

—Sí.

—¿Estás en tu departamento o en el de tus padres?

—Con mis padres. ¿Es muy malo lo que está pasando? —preguntó ella.

—No te preocupes, estoy bien. Te lo diré más tarde, tal vez sea solo un malentendido. Te quiero mi amor. Cuídate por favor. Adiós, un beso y saluda a tus padres de mi parte. ¡Déjame saber cuándo Francisca te contacte!

—Seguro.

—Buenas noches y duerme bien.

—Buenas noches.

Cuando era medianoche, llamó a Ricardo y no había noticias. Observó cómo le temblaba el pulso y tomó otro whisky. Encendió un cigarrillo, luego, otro y otro. Caminó y pensó durante más de una hora hasta que tuvo un plan. A las dos de la mañana, llamó a Ricardo otra vez.

—¿Cuándo tienes que volver a tu club? —preguntó Alexandre.

—Ya avisé que llegaría el martes, así que dispongo de tres días —dijo Ricardo.

—¿Y Arturo?

—Lo mismo —respondió Ricardo.

—¿Está contigo ahora?

—Sí.

—Es obvio que algo pasó. Si no sabemos nada de ellos hasta mañana temprano, los visitaré y tendremos que rehacer el plan. Ya pensé en uno y quiero mostrárselos. ¿Están de acuerdo?

—Sí.

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—Bueno. Hablaremos mañana en el desayuno, buenas noches —dijo Alexandre, cortó la llamada, suspiró con el ceño fruncido y encendió otro cigarrillo. Luego fue a su dormitorio y se quedó dormido viendo la televisión. Así terminó aquel fatídico domingo.

—¡Oh, no! ¡Me quedé dormido! —exclamó Alexandre en voz alta al despertar a las 10 de la mañana del día siguiente, lunes 28 de mayo.

Tomó su teléfono y llamó a Ricardo, pero no respondió. Luego llamó a Victoria, pero tampoco contestó. Por un momento se sintió aterrorizado y la habitación parecía dar vueltas. Respiró hondo y se fue directo a la ducha a bañarse con agua fría. En plena ducha sonó su celular y salió corriendo a contestar desnudo y mojado.

—Mi amor, ¿por qué no me respondes? —preguntó Alexandre.

—Disculpa, tenía mi celular lejos y no lo escuché.

—Por favor, no te alejes de tu celular. ¿Intentaste contactar con Francisca?

—He perdido la cuenta de todas las veces que la llamé y le dejé un mensaje de texto. Ella me tiene preocupada. ¿Qué está sucediendo? ¿Está ella bien?

—No lo sé, pero eso espero. ¿Estás bien tú? —preguntó Alexandre.

—Sí —dijo ella.

—Me están llamando. ¡Te llamo más tarde! —dijo él y colgó.

—¡Ricardo! ¡Desapareciste! —exclamó Alexandre molesto.

—Estaba en la ducha.

—¿Algo nuevo? —preguntó Alexandre.

—Nada.

—Termino de ducharme y voy para allá.

—Está bien.

Al salir de su habitación se dirigió a la recepción del hotel, luego al comedor y al salón de billar. Estaba buscando a Yellow y preguntando al personal si lo habían visto dando su descripción. Pronto se dio cuenta del absurdo que estaba haciendo. Tenía que reconocer que algo había pasado y no era bueno. O tal vez Yellow aparecería en cualquier momento y simplemente el avión se había retrasado. Pero él sabía que eso no podía ser. Lo que estaba pasando era totalmente fuera de lo normal. Se sintió impotente.

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Pensó en un momento que sería buena idea enviarle un mensaje SOS a Boris. “¡Estúpido! ¡No lo molestes! ¡Está buscando el pendrive para detener el fin de la civilización!” Pensó y se reprochó. “¡Déjalo que lo busque tranquilo!” Completó su reproche. Salió a la calle desesperado y todavía con la esperanza de encontrar a Yellow, y nada. Resignado, tomó un taxi y se dirigió hacia donde se alojaban Ricardo y Arturo.

Les explicó el plan y era muy sencillo. Si no había novedades antes del mediodía tendrían que continuar solos. Nada de lo que les había dicho cambiaba.

—Ricardo, ¿puedes dirigir la publicación del libro tú solo sin la ayuda del Sr. Walker? —preguntó Alexandre.

—Sí.

—Con 9 millones de euros creo que se puede hacer algo. Y aquí tenéis otro cheque de tres millones para contratar a los mejores guardaespaldas —dijo Alexandre, colocando el cheque al portador sobre la mesa—. Lamentablemente, no puedo hacer nada más. Tengo que ir con la selección francesa al Mundial. No podré quedarme más tiempo.

—Tú ándate tranquilo y nosotros nos organizamos —dijo Ricardo.

—¿Tranquilo? Voy a intentarlo. Si aparece Yellow después que me vaya, vuelen a Oslo sin mí. ¿Pueden ir solos? —preguntó Alexandre.

—¡Por supuesto! Y llevaré el paracaídas, pero espero no tener que usarlo —dijo Arturo que aún no había hecho un salto libre.

Ricardo llamó inmediatamente al club que dirigía y les dijo que tenía una emergencia y que llegaría una semana después. Arturo hizo lo propio con el club que dirigía en Dubái.

—¿Publicamos el libro nosotros mismos o con una editorial? —preguntó Ricardo.

—No lo sé, ahora tú estás a cargo. Sé que tomarás la mejor decisión —dijo Alexandre.

Discutieron el tema y concluyeron que con una editorial, pero necesitaba ser grande. Llamaron a las editoriales más importantes de distintas partes del mundo. Les dijeron que publicar un libro en veinte idiomas y publicitarlo en tres semanas era imposible. Pensaron que su mejor opción era buscar una pequeña editorial en Atenas. Sólo necesitaban encontrar a los profesionales adecuados y pagarles muy bien.

Cuando llegó la tarde, se despidieron de Alexandre y se desearon buena suerte.

Nadie quería hablar del posible motivo de la desaparición del Sr. Walker, Yellow y Francisca, pero estaban decididos a que, pasara lo que pasara, publicarían el libro junto a la inauguración del Mundial en tres semanas más, el 14 de junio.

Cuando se hizo de noche Alexandre se fue al aeropuerto de Atenas para volar a Barcelona y después iría a Londres para contarle todo a Victoria. Sentado en una cafetería esperaba el avión viendo las noticias en la televisión enfrente suyo y leyó la palabra Walker. En la parte inferior de la pantalla decía: «RAGNAR WALKER SECUESTRADO».

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Una Mente Excepcional, por Charles Kocian. Copyright 2024. Todos los derechos reservados.

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