—Ten un poco más de paciencia, Alexandre, ya voy a hablar más tarde —dijo ella cuando se dirigían hacia la piscina de la moderna mansión, toda la zona cubierta por un alto toldo blanco.
—Victoria, me alegro que estés con nosotros —dijo Ricardo caminando con ella y los demás y agregó—. Seguramente ya sabes que estas reuniones son secretas.
—Si claro, Alexandre y Francisca me han contado todo —dijo ella y al ver la fuerte vigilancia militar pensó, “Con razón Alexandre no me quería contar nada al principio.”
—Entonces, ¿ya sabes que nos enfrentamos a fuerzas muy siniestras? —preguntó Ricardo.
—Sí, parece una guerra —dijo Victoria señalando a los militares.
—¿Ya sabes de La Familia?
—Sí.
—Ellos están en guerra con nosotros para que no publiquemos el libro. Es mejor estar preparados en caso de un ataque —dijo Ricardo junto a ella bastante más atrás de Arturo, Alexandre y Francisca que ya casi llegaban a la terraza de la piscina.
—Seguro que La Familia mató a Ronald —dijo Victoria.
—Es lo más probable. Casi matan a Alexandre en Múnich. Si no es por los vidrios blindados del coche en que viajaba ya estaría muerto —dijo Ricardo.
—No sabía eso —dijo Victoria abriendo sus ojos y levantando sus cejas.
—Perdón, yo creí que sabías. Hubiera preferido que te hubieras enterado por Alexandre —dijo Ricardo.
—No te preocupes, no me daré por enterada. El me cuida mucho, ¿sabes? —dijo Victoria mirando a dos soldados fuertemente armados que vio desde lejos y agregó—. A ustedes casi los matan en el avión y a mi cuando me secuestraron en Venecia, ¿qué importancia puede tener que Alexandre no me lo haya contado? —agregó, esperó unos segundos y continuó—. Espero ser un aporte en esta etapa del libro.
—Estoy seguro que sí —dijo Ricardo—. Tú sabes que, además de ser entrenador, soy ingeniero, igual que tú, que eres ingeniera aeronáutica. Creo que nuestra formación profesional puede enriquecer mucho la estructura del libro, por ello, me alegro que estés aquí —dijo Ricardo.
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