ACTO I - CAPÍTULO 3

DECISIÓN EN BARCELONA

Lunes 28 de agosto de 2017

Barcelona ​​España

«LA CRISIS CRECE DEBIDO A LAS NUEVAS PRUEBAS NUCLEARES DE COREA DEL NORTE», leyó Alexandre en los titulares de los periódicos con una foto de un portaaviones en la portada.

«EQUIPO SIN CURSO», leyó en la pantalla de su celular. «En el futbol no gana el equipo que hace el partido más atractivo, no gana el equipo que hace más pases, lanza más tiros de esquina o crea más oportunidades, aquí gana el equipo que marca más goles». Lo decía un famoso columnista que criticaba al equipo, ya que se había notado la ausencia de Ronald.

Toda esa semana estuvo impaciente hasta que finalmente llegó el día. Tenía listo el sobre amarillo con un gran SÍ.

Salió temprano y aparcó nuevamente lejos del lugar. Caminó con su sudadera con capucha y gafas de sol hasta llegar a Casa Milá.

Cuando miró dentro del bote de basura había un sobre verde que sacó y leyó: «Si es SÍ, regresa mañana a la misma hora. Si es No, vete y no vuelvas. AHORA QUEMA ESTO».

Puso el sobre amarillo en el bote de basura con el SÍ y quemó el sobre verde. Sintió que lo estaban poniendo a prueba, pero ya había tomado su decisión.

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Luego de llegar a su departamento, salió a caminar para relajarse. Pensó, “¡Está decidido!” Sabía que las consecuencias para su vida serían absolutas.

 

———

 

Al mismo tiempo que Alexandre regresaba a su apartamento, en otro punto de Barcelona, ​​dos hombres se despedían.

—Hasta luego, Franco —dijo Lenel.

—Hasta luego —respondió Franco Gambino a Lenel Anston. Estaban en el lobby del Hotel Marconi de Barcelona.

Lenel se quedó esperando el taxi que lo llevaría al aeropuerto. Iba a París. Era un hombre de cuarenta y dos años, de mediana estatura, un metro setenta y cinco, cabello negro, bien peinado y ojos castaños oscuros que destacaban sobre su piel blanca. Vestía traje negro, camisa blanca y una corbata muy elegante. Lo habían invitado a un campeonato de kárate, deporte en el que era cinturón negro quinto dan. Sobre el tatami se mostraba riguroso, calculador, inteligente e impredecible.

Franco lo observaba recordando cómo lo había conocido hacía casi veinte años. Le gustaba encontrarse con él cada quince días en París. Lo consideraba un brillante ingeniero industrial.

Desde los cinco años hasta la adolescencia, su madre le hacía orar todas las noches su versículo bíblico favorito: Marcos 9:43-47. Las siguientes palabras de Jesús eran su credo.

«Si tu mano te hace pecar, córtala. Más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al infierno, donde el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te hace pecar, córtalo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con ambos pies al infierno. Y si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar con un ojo en el reino de Dios que con dos ojos ser arrojado al infierno».

Su madre se había separado de su padre cuando él tenía doce años al pillarle in fraganti con otra mujer. Lenel admiraba hasta entonces a su padre, que era un rabino ortodoxo ejemplar. Su madre se había casado con él porque creía que él sería el rabino que salvaría al mundo de la corrupción moral. “Hijo, ahora debes hacer lo que tu padre no fue digno de hacer,” a menudo recordaba lo que siempre le había dicho su madre.

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Lenel siempre llevaba una estrella de David con una cadena de oro en el pecho. Su padre se lo había regalado, pero él estaba decidido a ser un mejor ejemplo moral. Se consideraba un gran místico e idealista. Admiraba y estaba de acuerdo con las ideas de Platón. Él y Franco, como Platón, creían que el mundo debería estar gobernado por un régimen de sabios.

“Mi mayor deseo es hacer la voluntad divina”, le dijo a Franco cuando se conocieron, “y por eso el fin justifica los medios”, había completado la frase anterior. Ambas eran sus frases favoritas, pero nunca las decía juntas. “No todo el mundo nace en un eclipse total”, le confesó una vez después de unas copas. Estaba convencido de que era una señal divina que demostraba que él era el elegido.

Lenel vivía con su novia en París en un apartamento con vista al Arco de Triunfo. Cuando Franco lo vio subir al taxi recordó aquella vez que se emborrachó y le dijo que tenía poderes especiales. “Tú eres la ira de Dios y con tu poder cortarás la mano pecadora del mundo”, le repetía su madre.

Al verlo ganar el campeonato de kárate, Franco en ocasiones pensaba que Lenel tenía poderes sobrenaturales, ya que parecía que hipnotizaba a sus oponentes con sus movimientos.

En el taxi, Lenel ya se imaginaba en París, paseando por los Campos Elíseos y contemplando el Arco de Triunfo. Sonrió al pensar que Franco le temía.

“¿Acaso no me temen todos?” pensó con una sonrisa cínica. “Usaré cualquier medio para crear una leyenda sobre mí y hacer justicia divina”, fue su siguiente pensamiento. Encendió la pantalla de su celular y leyó las noticias. «LA CRISIS NUCLEAR CONTINÚA. RUSIA NO ACEPTA EXPLICACIONES DEL PENTÁGONO SOBRE COREA DEL NORTE». Luego leyó… «CONFIRMADO EL ACCIDENTE DE RONALD WILLIAMS». Una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios.

Luego leyó otra. «HACKER ASESINADO POR ROBO EN SU PISO DE BARCELONA». Lenel miró fijamente al último durante varios segundos y su rostro mostró cierta preocupación. Ya estaba llegando al aeropuerto.

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Una Mente Excepcional, por Charles Kocian. Copyright 2024. Todos los derechos reservados.

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