Sin duda que Londres, la ciudad natal de Ronald, era una ciudad con personalidad. Todo era muy típico británico, desde conducir en el otro lado hasta los peculiares autobuses y taxis.
Habían llegado al Hotel East Walker Palace que estaba a sólo cinco minutos del Her Majesty’s Stadium donde jugarían el partido.
Cuando había bajado del autobús y entrado al hotel, Victoria apareció por sorpresa.
—¡Oh cariño! ¡No pude resistirme de venir a verte!
—Es lo mejor que me ha pasado en el último mes —respondió Alexandre.
Se sentaron en los grandes sillones cerca de la barra y ella le dijo que se iba a quedar con unas amigas en Londres, en un fin de semana de solo para mujeres. Media hora más tarde Alexandre ya estaba solo en su habitación.
Victoria lo había sorprendido porque nunca aparecía por sorpresa cuando habían acordado otra cosa con anterioridad, pero él se alegraba de haberla visto. Sin embargo, sintió que algo le estaba pasando. La notó insegura, débil, apagada y con una tristeza en sus ojos. Desaparecer una vez al mes sin que nadie supiera donde iba, sabía que era difícil para ella, pero amaba a Victoria y no tenía intención de dejarla. Ella nunca había desconfiado de él, pero ahora a veces le daba la impresión de que sí. En ese momento recordó el beso que le había dado Francisca en Villa Ascolassi, pero rápidamente la sacó de su mente.
Pensó de nuevo en Victoria, “¿Cuánto tiempo más resistirá?” Lamentablemente, no podía decirle nada de que estaba escribiendo el libro, pero era por su propio bien.
Pero Francisca volvió a sus pensamientos y se dio cuenta de que ambos eran cómplices en la misión de escribir el libro y, en ese sentido, la estaban engañando, ¿o no? “¡Mentiroso! ¡No la estoy engañando!” pensó. “¿Pero acaso no quieres acostarte con ella? ¡Te tiene hechizado! ¡Confiésalo!” se reprochó a sí mismo al recordar cuando la había visto salir de la piscina. ¿Y quién no querría acostarse con ella? ¡Es la mujer más seductora que vi en mi vida! pensó. “Sí, soy un mentiroso, ¿y qué? Necesito serlo si quiero protegerla. ¡Pero hoy me rompió el corazón verla tan debilitada!” pensó recordando el rostro de Victoria.
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