ACTO I - CAPÍTULO 20

6ª REUNIÓN FILOSÓFICA

MADRID

Sábado 3 de marzo de 2018

Madrid España

El Club Los Caballeros de Madrid, líder de la Copa de Europa, les habían ganado dos a cero en la primera parte del partido en el Estadio Alfonso Bernabéu de Madrid.

Consiguieron empatar, pero necesitaban ganar para no quedarse fuera del campeonato. Faltando cinco minutos para el final del partido Alexandre vio un rebote largo de un defensa que recibió Jiménez, que era el centrocampista que había sustituido a Ronald, y le tocó un pase.

—Duval recibe el balón en el centro de Jiménez, le marcan cinco, Duval levanta el balón, hace una finta, hace otra, los deja atrás, avanza por el medio, ahí va el filósofo del futbol, ​​va a jugar para Reynam… ¡Pero no! ¡Sigue! ¡Deja otro jugador en el camino! ¡Está solo frente al arco! ¡El portero sale a achicar! ¡Golpea la pelota! ¡Sombrero perfecto! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Duval lo vuelve a hacer! ¡Gorra perfecta después de una carrera de precisión y sangre fría! ¡Larga vida al filósofo! ¡Viva Alexandre Duval! ¡Hoy me convierto en filósofo! ¡Hoy celebro la vida! ¡Dame un libro de filosofía! ¡Qué orgullo para los Reyes de Barcelona! ¡Los jugadores no pueden dejar de celebrar! ¡Vaya que gol! —el periodista deportivo más famoso de España explotaba en su relato del partido.

Victoria estaba sentada en casa de sus padres en Cambridge celebrando el gol.

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—¡Lo amo mamá, pero no quiero que le pase nada malo!

—Qué le puede pasar hija, él está bien y Francia clasificó al Mundial y nosotros también. Todo está perfecto —dijo su madre.

—No sé qué voy a hacer si la final es entre Francia e Inglaterra, me dividiría en dos —dijo Victoria.

—Aún quedan más de cuatro meses, así que relájate —añadió su madre.

—¡Qué gol metiste Alexandre! Ojalá la final del Mundial no sea entre Francia y España —le dijo Jiménez en el vestuario.

—Ni yo.

Cuando el equipo regresó al hotel, Alexandre buscó a Yellow, quien lo llevó en el mismo auto que le había salvado la vida. Llegaron a un alto portón de hierro forjado que se abrió y entraron a un patio adoquinado.

—¿Dónde estamos?

—En el barrio de Los Alerces del distrito de San Martín en Madrid. Este palacio pertenece a un amigo del Sr. Walker.

—¡Alexandre! ¡Qué gol has marcado! ¡Me recordó el gol del siglo que marqué en Buenos Aires! ¡Fue muy parecido! ¿Sabes que ahora todo el mundo habla de filosofía? ¿Escuchaste el relato del periodista? —le preguntó Arturo al recibirlo.

—No.

—¡Quiero aprender filosofía! —gritaba como loco.

—No lo escuché.

—Hay que escucharlo. Es divertido. Se volvió completamente loco. Todo el mundo está hablando de ello.

—Hola Alexandre —lo saludó Ricardo.

—Hola.

Antes de iniciar la reunión, Ricardo les contó que al padre de Francisca le habían disparado en un viaje a Australia, pero que se encontraba bien. El mismo día bloquearon las tarjetas de crédito de Ricardo y, también ese mismo día, los dirigentes del club que Arturo dirigía en Dubái le advirtieron que no querían que desconectara su celular un fin de semana al mes, que era lo que hacía en las reuniones para escribir el libro.

Mientras discutían lo que estaba pasando, apareció Yellow con unas copas y una botella de champagne. La abrió, sirvió los vasos y se fue.

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—¡Brindemos por el gol del filósofo! —dijo Arturo levantando su copa, brindaron y preguntó—, ¿qué estudiaremos hoy de filosofía? y vio que Alexandre encendía la grabadora y dejaba una tarjeta sobre la mesa con una pregunta. ¿Quién soy?

—¿Quién soy? —Arturo leyó la tarjeta en voz alta—. Yo soy Dios —bromeó, estallando en carcajadas, y ellos se contagiaron de la risa.

Estuvieron casi dos horas tratando varios temas entre los cuales estaba el concepto “valor” que derivaba del concepto “vida”, algo que no era fácil de entender de buenas a primera. Pero la bomba en el avión del Sr. Walker, el intento de asesinato cuando le habían disparado en el auto y el saltar en paracaídas, todos ellos tenían que ver con la muerte.

—Después de saltar en paracaídas, pudiendo estar muertos, ¿acaso no estamos vivos? —preguntó Alexandre.

—Pero eso es obvio, ¿qué tiene de novedoso? —preguntó Arturo.

—Que el concepto “valor” se refiere al valor de la vida que solo se aprecia en contraste a la muerte. Un inmortal, carece de valores, porque su vida nunca termina —respondió Alexandre.

Llegaron a la conclusión de que, tal como dijo el Aquiles de Homero, los dioses envidiaban al hombre porque era mortal. Entendieron que era la muerte la que producía el contraste necesario para valorar la vida porque, sin contraste, no se percibía nada en absoluto. Alexandre lo sabía, y lo había experimentado en su cuerpo cuando se había lanzado en paracaídas.

El instinto de supervivencia del hombre era automático, pero conectar a los conceptos muerte y vida no era automático. Conectar estos con valor y razón tampoco era automático sino una decisión personal que en cualquier caso tenía consecuencias absolutas que generaban estados de consciencia muy diferentes.

Se dieron cuenta de que todas las personas estaban biológicamente vivas, pero no todos estaban mentalmente vivos, es decir, no eran hombres realizados, porque aún no descubrían que su razón era su principal valor.

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Después Ricardo les contó que Francisca leía los resúmenes de las reuniones y hacía aportes muy interesantes. La consideraba un genio. Había sugerido la metáfora de un cisne rey para representar a un cerebro racional que optaba por pensar por sí mismo. “El soberano del cerebro” le había dicho. Se le había ocurrido, a diferencia de la fábula del ganso de Esopo, una fábula de un cisne que se defendía del granjero y se quedaba con el oro. El campesino representaba lo irracional de la cultura y el oro la verdadera autoestima.

Antes de partir estuvieron hablando de esas y otras cosas, jugando pool y bebiendo champagne. Celebraron el simple hecho de estar vivos, no sólo en sus cuerpos, sino también en sus mentes, porque al escribir el libro, estaban eligiendo descubrir por qué la razón era un valor. Eran libres de enfocar sus mentes o no, de elegir pensar o no, y sabían que estaban eligiendo lo correcto.

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Una Mente Excepcional, por Charles Kocian. Copyright 2024. Todos los derechos reservados.

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