Luego de llegar a su departamento, salió a caminar para relajarse. Pensó, “¡Está decidido!” Sabía que las consecuencias para su vida serían absolutas.
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Al mismo tiempo que Alexandre regresaba a su apartamento, en otro punto de Barcelona, dos hombres se despedían.
—Hasta luego, Franco —dijo Lenel.
—Hasta luego —respondió Franco Gambino a Lenel Anston. Estaban en el lobby del Hotel Marconi de Barcelona.
Lenel se quedó esperando el taxi que lo llevaría al aeropuerto. Iba a París. Era un hombre de cuarenta y dos años, de mediana estatura, un metro setenta y cinco, cabello negro, bien peinado y ojos castaños oscuros que destacaban sobre su piel blanca. Vestía traje negro, camisa blanca y una corbata muy elegante. Lo habían invitado a un campeonato de kárate, deporte en el que era cinturón negro quinto dan. Sobre el tatami se mostraba riguroso, calculador, inteligente e impredecible.
Franco lo observaba recordando cómo lo había conocido hacía casi veinte años. Le gustaba encontrarse con él cada quince días en París. Lo consideraba un brillante ingeniero industrial.
Desde los cinco años hasta la adolescencia, su madre le hacía orar todas las noches su versículo bíblico favorito: Marcos 9:43-47. Las siguientes palabras de Jesús eran su credo.
«Si tu mano te hace pecar, córtala. Más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al infierno, donde el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te hace pecar, córtalo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con ambos pies al infierno. Y si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar con un ojo en el reino de Dios que con dos ojos ser arrojado al infierno».
Su madre se había separado de su padre cuando él tenía doce años al pillarle in fraganti con otra mujer. Lenel admiraba hasta entonces a su padre, que era un rabino ortodoxo ejemplar. Su madre se había casado con él porque creía que él sería el rabino que salvaría al mundo de la corrupción moral. “Hijo, ahora debes hacer lo que tu padre no fue digno de hacer,” a menudo recordaba lo que siempre le había dicho su madre.
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