Francisca y sus invitados disfrutaban de un coctel sencillo de bienvenida en el estar de la terraza de madera bajo el gran alero. Media hora después que habían llegado todos conversaban alrededor de ella.
—La cabaña y el valle es hermoso —dijo Victoria con su vientre redondo esperando a su primer hijo que nacería en un mes más y agregó—. El color del agua es el mismo de tus ojos. ¡No lo puedo creer! —dijo mirando a Francisca.
—¿Es muy fría? —preguntó Arturo.
—Depende de quien se bañe —respondió Francisca.
—¡Ah bueno! A ustedes los vikingos les gusta el frio —dijo Arturo y agregó—. ¿Vamos a navegar en ese velero que se ve al final del muelle?
—Claro, ya llegará el momento —dijo Francisca.
—Este lugar es perfecto para terminar el libro —dijo Alexandre—, pero, ¿cuál es la sorpresa? —agregó.
—Esperen y verán. —dijo Francisca. Poco después, cuando escucharon que un helicóptero volaba muy alto, su celular vibró, leyó un mensaje y dijo—. ¡Síganme! —y avanzó hacia el centro de la gran terraza de madera mirando al cielo. Segundos después levantó su mano y apuntó su índice a un punto negro que caía a gran velocidad.
—Ahí viene la sorpresa —dijo Francisca y se quedaron mirando sin decir nada. Cuando el punto se hizo más grande se abrió un paracaídas muy alto al cual solo se le veía la silueta pues el sol les daba en la cara.
Desde que él y Francisca habían preparado la reunión en Villa Ascolassi el año anterior, ahora se sentía seguro en ese lugar, pues durante el año que había pasado, había tenido tiempo suficiente para reforzar la red de vigilancia de todo el valle, para que fuera imposible de rastrear a cualquier invitado que llegara hasta allí. Había ocultado en las cimas de las montañas más de treinta radares y cañones de pulsos electromagnéticos para crear una verdadera red invisible sobre el valle. Su función era hackear las cámaras satelitales para sustituir las imágenes reales del valle por las mismas, pero virtuales, sin la cabina ni nada de lo que allí sucediera, y haría lo mismo con las cámaras de los drones y aviones. Todo lo controlaba un sistema de inteligencia artificial con algoritmos que el mismo había programado.
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