ACTO I - CAPÍTULO 7

TETRAHEDRO METAFÍSICO

BARCELONA

Martes 7 de noviembre de 2017

Ciudad Deportiva del Club de Los Reyes

Barcelona España

Cuando Alexandre terminó de escribir el borrador del primer capítulo del libro, con todo lo que habían añadido Arturo y Ricardo, destruyó la grabación del encuentro y se preparó para llevarles el material del siguiente.

Le pidió a un fabricante de muebles que le hiciera un tetraedro acrílico del doble del tamaño de un balón de futbol. Lo puso en la mesa de centro de la sala de su apartamento. Cada vez que lo miraba, leía “existencia”, “identidad” y “conciencia” y sus tres corolarios: “primacía de la existencia sobre la consciencia”, “causalidad” y “las cosas naturales son dadas y absolutas”.

Cuando abrió el sobre verde número 2, la pregunta en la tarjeta estaba escrita en cartulina gruesa igual que la anterior, en español.

«¿Cómo puedes saberlo?» Se trataba de una pregunta de epistemología, la rama de la filosofía que estudia cómo el hombre aprende. Provenía del griego “episteme” que significa conocimiento y “logía” que significa estudio.

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Alexandre sabía que Platón, Aristóteles y Kant la respondían de forma diferente y contradictoria. Estuvo un buen tiempo tratando de poner en orden su resumen, pero no lograba hacerlo. Cansado de leer las notas de Ronald y el libro de epistemología objetiva, se dio cuenta que comprenderlo no sería fácil.

Cuando ya era tarde y se fue a la cama a dormir, su respiración se hizo cada vez más lenta. El sonido del viento pasando por sus fosas nasales susurraba dos preguntas en su mente. En la inhalación pensaba, “¿Dónde estoy?” y al exhalar, “¿Cómo puedo saberlo?”

En los días siguientes descubrió que la cultura era el molde mental de los niños. ¿Cómo aprendían? Aprendían sin pensamiento crítico, absorbiendo lo racional e irracional de su cultura, y no diferenciarlos era la causa de los problemas que de adultos sufrirían, en lo personal, financiero y político.  

“Para ubicarse en la cancha de futbol, hay que mirar; para ubicarse en la cancha de la vida, tienes que pensar; para pensar, necesitas usar conceptos; para saber cómo se forman, necesitas aprender epistemología,” Alexandre pensaba en metáforas un día cuando estudiaba. “¡Qué maravilla saber cómo se conectan mis palabras con mis percepciones!” continuó pensando. “¡Comienzan con la existencia de las cosas y mis órganos de los sentidos! Ninguno de los dos puede faltar. ¡Claro! ¡Para patear un penal, se necesitan ambos: la pelota y tus ojos!”

Otro día mientras entrenaba, descubrió que los conceptos solo eran válidos si nacían a partir de percepciones sensoriales. Pensó, “Después de todo, cuando niños, antes de hablar, todos conocemos al mundo mirando, ¿o no? ¿De qué otra forma se puede conocer la realidad si no es por nuestros órganos de los sentidos? Una tarde se preguntó, ¿Los medios y propaganda moldean el cerebro? ¿Quién piensa con el cerebro propio? Ese tipo de preguntas ocuparon su mente en esas semanas. Una vez leyó muchas veces la misma página del libro de epistemología objetiva y, ¡por fin entendió! “¡Tremendo tesoro que hay aquí!, pensó, ¡Esto me va a servir para todo!” Por fin comenzó a comprender que los conceptos con los que pensaba podían contener perceptos o fanceptos, es decir, percepciones de cosas reales o fantasías.

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Con los primeros, se ubicaba en la cancha y podía meter goles; con los segundos, no sabía dónde estaba parado y daba bote en la vida. “¡Estos payasos deberían saberlo!”, pensó un día que veía un debate entre dos candidatos políticos. “¡Y estos ingenuos también!”, continuó pensando cuando vio a los electores que le hacían preguntas. En ese momento recordó a Confucio, ¿“Que harías para gobernar?”, le habían preguntado una vez, “Reformar el lenguaje”, fue su respuesta. “¡Confucio, tenías razón!, ¡pero tu respuesta fue insuficiente!, ¡la cuestión es cómo!”, pensó sonriendo cuando el sonido de sus palmas batió el aire celebrando su descubrimiento, “Sabes cómo mi querido Confucio? Yo te diré: entendiendo que los conceptos se forman matemáticamente. ¡Guau! ¡En esto te amo Rand!”, completó su reflexión en esa ocasión. Sentía que una fiesta crecía en su mente. Nunca se hubiera imaginado tremendo tesoro detrás de la atemorizante palabra epistemología y sabía que estaba recién comenzando.

Un día, cuando practicaba con el resto del equipo vio que un desconocido miraba el entrenamiento. Al final se le acercó a la salida del campo de futbol. Era muy alto.

—Me dijeron que eras Alexandre. Soy Boris Petrov. Estoy investigando el accidente de Ronald —dijo extendiendo su mano gigante para saludarlo.

—¿Conoce a estos hombres? —preguntó mostrándole una foto de Franco Gambino acompañado de otro hombre junto a la pirámide de cristal del Museo del Louvre.

—Él es el dueño de este club —Alexandre contestó y apuntó su dedo a Gambino —, al otro no lo conozco —añadió.

—¿Le resulta familiar el nombre Lenel Anston?

—No. ¿Es usted un oficial de policía? —preguntó Alexandre.

—No. Investigo esto por mi cuenta. ¿Recuerda algo en particular antes de la muerte de Ronald?

—No. Pero, ¿sabe dónde está su coche? —preguntó Alexandre.

—Lo estoy buscando. ¿Por qué?

—Le pediré máxima discreción —dijo Alexandre captando que tal vez esa era una buena oportunidad para vengar a su amigo, y continuó—. Por favor no me diga nada por teléfono, podrían estar siguiéndome. No me pregunte por qué. Anote mi número de celular. Si encuentra el auto de Ronald, llámeme. Pero si quiere darme algún detalle, hágalo personalmente, ¿está de acuerdo?

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—Sí, entiendo.

—Yo creo que alguien provocó el accidente —dijo Alexandre.

—Pienso lo mismo —dijo Boris—. Yo lo llamaré cuando sepa algo, pero no se preocupe, lo importante lo hablaremos personalmente. Aquí está mi tarjeta con mi teléfono si necesita hablar conmigo. ¿Pasó algo extraño antes de la muerte de Ronald?

—Me llamó un día antes del accidente. Dijo que tuviera cuidado con lo que “se lee igual en ambas direcciones”. No sé a qué se refería.

—¿Le dijo eso?

—Sí.

Boris sacó un lápiz y escribió «LENEL» en un papel que sacó del bolsillo.

—¿Se da cuenta? Se lee igual en ambas direcciones, y es el nombre de este —dijo Boris, señalando a Lenel en la foto—. Ronald le dijo eso para advertirle que tuviera cuidado con Lenel Anston —añadió y hubo un silencio.

—¿Usted cree que él lo mató? —preguntó Alexandre.

—Aún no tengo pruebas concluyentes, pero sospecho que sí.

—Por favor, infórmeme de todo lo que sepa —insistió Alexandre.

—No se preocupe. Me comunicaré con usted si se algo —dijo Boris, se despidió y alejó.

Era martes y Victoria llegaría el viernes por la noche. Él tenía que moverse rápido para terminar el resumen de esa parte del libro. “Eras tan metódico amigo mío”, pensó recordando las detalladas instrucciones que había dejado Ronald. “Parece que voy a tener que trasnochar. ¡El tiempo no me alcanza!”, pensó. Tenía que organizarse muy bien, especialmente después de que lo habían convocado a la selección nacional de Francia en vistas del mundial en Rusia.

—¿Qué sois todos? ¡Sois un solo corazón! ¿Y qué ganamos si somos un solo corazón? ¡Somos un solo cuerpo! ¿Y qué ganamos si somos un solo cuerpo? ¡Ganamos el campeonato! ¡Y si ganamos el campeonato, somos inmortales! —Greg gritó su arenga antes del partido. Habían perdido la última fecha y se rumoreaba que traerían a otro entrenador. Los fanáticos querían que se fuera.

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Esa tarde ganaron dos a cero y Alexandre marcó los dos goles. Sabía que su precisión al jugar al futbol estaba mejorando al escribir el libro, pero más precisamente al mirar el tetraedro metafísico que había colocado en el centro de la sala en su apartamento. La escultura se le había metido en la cabeza y, de alguna manera, lo estaba enriqueciendo. Sintió que su pensamiento era más claro, se concentraba mejor, su confianza en sí mismo aumentaba, se expresaba mejor, sus emociones y decisiones eran más efectivas y una fuerza muy poderosa, que antes no tenía, iba creciendo en su mente.

Cuando llegó a su apartamento, Francisca abrió la puerta y lo recibió con una camiseta, y nada más, para provocarlo. Lo primero que vio fueron sus largas y hermosas piernas. Al levantar la vista descubrió un rostro sensual de ojos verdes y una sonrisa pícara. Se besaron apasionadamente y no pararon hasta llegar al dormitorio donde continuaron hasta el amanecer.

Al día siguiente de aquella noche de lujuria almorzaron en un lujoso restaurante de la ciudad. Luego regresaron al apartamento dando un tranquilo paseo por las calles de Barcelona.

—¿Estás bien? —preguntó ella en el camino, pero él no supo qué responder—. Me refiero a Ronald. Tengo la impresión de que me estás ocultando algo. No te voy a presionar, pero sabes que puedes contar conmigo —dijo Victoria.

Él se detuvo, la besó, abrazó su cintura por un largo tiempo y le dijo suavemente al oído.

—Te amo.

—Yo también te amo —respondió Victoria y pensó, “¿Qué me estas ocultando, querido?” Ella sabía que él le estaba ocultando algo. Pero él no podía contarle nada sobre Boris, ni de las reuniones secretas con Arturo y Ricardo, ni de que Ronald había sido asesinado y que estaba arriesgando su vida para terminar de escribir el libro. Le dolía ocultarle todo eso, pero tenía que protegerla.

—¿Quieres hablar de Ronald? —preguntó ella suavemente.

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—No mi amor. Gracias, estoy mejor, pero necesito algo de tiempo para procesarlo. Creo que desconectarme una vez al mes es una buena idea. No te importa, ¿verdad? —dijo Alexandre.

—No me importa, pero recuerda que además de ser tu amante, soy tu mejor amiga —dijo con ternura y firmeza. “Si me estás engañando, te dejo”, pensó.

—Querida, sólo será por un tiempo, te lo prometo —dijo Alexandre. “¡Está sufriendo!”, pensó conteniendo las lágrimas y tomó su mano. Ella lo abrazó y apoyó su cabeza en su hombro varias veces y caminaron en silencio por las calles de Barcelona.

—¿Quieres que te dé un masaje cuando lleguemos? —preguntó Victoria.

—Sí —dijo Alexandre sonriendo y pensó, “Es fuerte y va a resistir.”

Después de tomar una siesta cumplió su promesa y no se levantaron de la cama hasta el día siguiente. Después de desayunar y dejarla en el aeropuerto, se fue directamente a entrenar. Vio la noticia en la pantalla de su celular: «ESTADOS UNIDOS ENVÍA PORTAVIONES TRAS NUEVA PRUEBA NUCLEAR DE COREA DEL NORTE».

Las semanas siguientes continuó estudiando epistemología, escribiendo, haciendo dibujos y tomando notas en grandes pedazos de papel que pegaba en una pared. Estudió cada texto y destacó con distintos colores lo que le parecía más importante. Finalmente, terminó su resumen de la siguiente parte del libro. Estaba listo para la próxima reunión filosófica con Arturo y Ricardo.

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Tetrahedro Metafísico

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Una Mente Excepcional, por Charles Kocian. Copyright 2024. Todos los derechos reservados.

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