Alexandre sabía que Platón, Aristóteles y Kant la respondían de forma diferente y contradictoria. Estuvo un buen tiempo tratando de poner en orden su resumen, pero no lograba hacerlo. Cansado de leer las notas de Ronald y el libro de epistemología objetiva, se dio cuenta que comprenderlo no sería fácil.
Cuando ya era tarde y se fue a la cama a dormir, su respiración se hizo cada vez más lenta. El sonido del viento pasando por sus fosas nasales susurraba dos preguntas en su mente. En la inhalación pensaba, “¿Dónde estoy?” y al exhalar, “¿Cómo puedo saberlo?”
En los días siguientes descubrió que la cultura era el molde mental de los niños. ¿Cómo aprendían? Aprendían sin pensamiento crítico, absorbiendo lo racional e irracional de su cultura, y no diferenciarlos era la causa de los problemas que de adultos sufrirían, en lo personal, financiero y político.
“Para ubicarse en la cancha de futbol, hay que mirar; para ubicarse en la cancha de la vida, tienes que pensar; para pensar, necesitas usar conceptos; para saber cómo se forman, necesitas aprender epistemología,” Alexandre pensaba en metáforas un día cuando estudiaba. “¡Qué maravilla saber cómo se conectan mis palabras con mis percepciones!” continuó pensando. “¡Comienzan con la existencia de las cosas y mis órganos de los sentidos! Ninguno de los dos puede faltar. ¡Claro! ¡Para patear un penal, se necesitan ambos: la pelota y tus ojos!”
Otro día mientras entrenaba, descubrió que los conceptos solo eran válidos si nacían a partir de percepciones sensoriales. Pensó, “Después de todo, cuando niños, antes de hablar, todos conocemos al mundo mirando, ¿o no? ¿De qué otra forma se puede conocer la realidad si no es por nuestros órganos de los sentidos? Una tarde se preguntó, ¿Los medios y propaganda moldean el cerebro? ¿Quién piensa con el cerebro propio? Ese tipo de preguntas ocuparon su mente en esas semanas. Una vez leyó muchas veces la misma página del libro de epistemología objetiva y, ¡por fin entendió! “¡Tremendo tesoro que hay aquí!, pensó, ¡Esto me va a servir para todo!” Por fin comenzó a comprender que los conceptos con los que pensaba podían contener perceptos o fanceptos, es decir, percepciones de cosas reales o fantasías.
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