Pero diferenciaron una moral objetiva de una subjetiva. Una moral objetiva se asentaba en una metafísica y epistemologías objetivas. Los valores objetivos eran por los cuales se actuaba y para alcanzarlos estaban las virtudes objetivas. Estas eran acciones concretas para alcanzar valores, que era aquello que se deseaba y todo lo anterior implicaba vivir con principios.
Captaron que lo más importante era alcanzar autoestima, que comenzaba con enfocar la mente para tener claridad mental y poder diferenciar una cosa de otra al tomar decisiones.
La conclusión de la reunión fue que premisas erróneas engañaban al hombre y lo dejaban sin autoestima. Alexandre les leyó parte del discurso de Galt de la novela La rebelión de Atlas, escrita por Rand, que decía que la moral de la razón se basaba en un único axioma: la existencia, existe, y en una única elección: vivir. Sus valores eran: razón, propósito y autoestima; y sus virtudes eran: racionalidad, integridad, honestidad, justicia, productividad, independencia y orgullo.
Aunque Ayn Rand los había inspirado y concordaban con ella en metafísica, moral, epistemología y arte, discrepaban en política, pues implementar el capitalismo ignorando el realismo geopolítico, y las guerras, lo convertían en una utopía. Sanciones económicas internacionales y un sistema financiero global sin respaldo oro impedían el libre comercio y la democracia. Si el hombre era un animal racional, debía actuar de buena fe y tomar decisiones individuales racionales sin iniciar la fuerza o el engaño con otros.
Los filósofos-futbolistas habían recorrido un largo camino y les faltaba sólo una reunión para terminar de escribir el libro. Pero luego faltaba compilarlo, editarlo, revisarlo y publicarlo, y eso era toda otra historia, otra cosa, un nuevo y largo trabajo que de alguna manera había que hacerlo.
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