ACTO I - CAPÍTULO 28

BOUDICA EN DUBLÍN

Sábado 12 de mayo de 2018

Estadio Croke Park

Dublín Irlanda

Ese fin de semana Alexandre había viajado con la selección de Francia a Dublín para prepararse al Mundial. Era un partido amistoso con Irlanda, que no había clasificado. La galería del estadio era verde, del mismo color de las camisetas de la selección de Irlanda que había ganado el primer tiempo por uno a cero.

—¡Muchachos, tenemos que dar vuelta el partido! ¡Hay que marcar más y tener cuidado con el contraataque! ¡Dubois, busca a Alexandre en el medio! Abebe, ¡cuidado con las entradas de Snowell! —el técnico animaba a su equipo en el vestuario, mientras afuera el público rugía, “Will Grigg’s on Fire”, una canción de moda en Irlanda.

En el segundo tiempo Irlanda volvió a marcar al inicio. El equipo de Alexandre jugó atrás a la defensiva, pero diez minutos antes de finalizar el partido, un compañero marcó un gol de cabeza en un saque de esquina. Jugaron al ataque los últimos minutos intentando da vuelta el marcador, pero ni siquiera pudieron igualar perdiendo dos a uno. Cuando el técnico realizó la rueda de prensa explicó que el equipo francés estaba progresando bien y que los malos resultados eran parte de ello.

De regreso en el Hotel Walker Shell, ubicado en el centro de Dublín, se juntó con Victoria y Francisca en el bar. Afuera los aficionados irlandeses seguían cantando. Al poco rato decidieron ir a Temple Bar, pero querían ir en taxi.

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—¡Oh, por favor dame tu autógrafo Alexandre! —le dijo una chica irlandesa y se tomaron una selfi junto a otros fans. Debido a la multitud les costó salir del hotel y llegar al taxi.

—Vamos al barrio de Temple Bar —le dijo Alexandre al taxista cuando iniciaban su marcha en medio de la multitud.

Cuando llegaron, se bajaron, él se subió la capucha y puso sus gafas de sol. Victoria y Francisca vestían jeans y camisetas.

El taxista los había dejado en el bar “The Pendragon’s”.

Antes de entrar vieron a un grupo de fans del equipo irlandés todavía cantando y bebiendo cerveza con sus camisetas verdes.

—Nunca estuvimos en Temple Bar —Victoria le dijo a Alexandre.

—Me encanta la música irlandesa —dijo Francisca.

—A mí también. A dos cuadras se encuentra el famoso The Merlin’s Bar. Hoy toca una muy buena banda irlandesa. ¡Vamos para allá! —dijo Alexandre.

—¿Ya estuviste aquí? —Francisca le preguntó a Alexandre con una sonrisa pícara adivinando lo que iba a responder.

—Sí, estuvimos con Ronald aquí hace un par de años. ¡Vacaciones! Fue algunas semanas después que conocí a Victoria.

—La música irlandesa es muy alegre y no puedo quedarme quieta mucho tiempo si la escucho —dijo Victoria mirando a Francisca.

—Yo tampoco. ¡Me encanta Dublín! —dijo Francisca, y pensó en alguien más en otro lugar, “Tal vez pueda amarte.” Quizá su miedo a enamorarse comenzaba a desaparecer.

Comieron bocadillos, escucharon música y tomaron cerveza. Cuando cambiaron la orquesta no les gustó y decidieron ir a otra parte. Después de visitar varios lugares entraron a Merlin’s Bar y les encantó la música en vivo.

—Por aquí —les dijo una estudiante cuando entraron y vieron que había poca gente.

—¡Que buena la música! —comentó Alexandre.

—¡Aún no han escuchado nada! Mas tarde llegará el mejor grupo de música de Irlanda.

—¡Qué suerte! ¿Tienes una mesa cerca del escenario? —preguntó Victoria.

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—Están reservadas, pero creo que queda una —dijo la mesera y los condujo a una pequeña que estaba a pocos metros del escenario.

—¡Está perfecta! ¡Tráiganos cerveza! —dijo Alexandre y la mesera se fue a buscar el pedido después que lo habían completado.

La banda que tocaba en vivo eran dos hombres y una mujer. Ella, tocaba el violín; uno de ellos, cantaba y tocaba guitarra; el otro, golpeaba con sus manos una caja grande sobre la cual se sentaba haciendo la percusión.

El lugar era pura alegría irlandesa. Seguían el ritmo con las palmas y ellos hicieron lo mismo. Alexandre miró a Victoria y la vio como una vikinga en su tierra; a Francisca, con su largo cabello rojo rizado, que en ese momento le recordó a Boudica, la heroína celta y cuyo nombre significaba “victoria”. Había sido la reina guerrera que había liderado a las tribus celtas en guerra contra la antigua Roma.  Los historiadores la habían descrito alta, de ojos feroces, cabello rojo hasta las caderas. Provenía de una familia de aristócratas y siempre llevaba un grueso collar de oro, que entre los pueblos celtas significaba nobleza.

Como el derecho romano sólo permitía herencia por línea paterna, cuando murió el rey que era su marido, su reino estaba endeudado con Roma. Boudica no tenía forma de pagar y su reino fue anexado confiscando sus propiedades y sus nobles tratados como esclavos. Azotaron a Boudica y violaron a sus hijas desatando su furia. Conspiró con sus vecinos e, inspirada por las hazañas de los celtas que habían vencido a Julio César, Boudica quemó Londinium, que luego se convirtió en Londres, y masacró a sus habitantes.

Cayo Suetonio Paulino, el gobernador de Gran Bretaña, no pudo defender Londinium porque estaba en una campaña en el norte de Gales persiguiendo a los druidas, que eran el verdadero poder de los Celtas.

Cuando regresó ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Watling Street. El ejército de Boudica, aunque numeroso y superior en cinco a uno, no era uniforme ni disciplinado, pues la costumbre celta, incluía niños, mujeres y ancianos en batalla.

Por el contrario, la profesionalidad del ejército romano diezmó la valentía y superioridad numérica de los isleños, acompañada de una estrategia que supo aprovechar las características del terreno en la batalla. La masacre fue total.

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Los celtas británicos quedaron atrapados entre dos escarpados cerros. Cuarenta mil murieron, aplastados entre ellos o aniquilados por el ejército enemigo. Los romanos no dejaron supervivientes y mataron incluso a mujeres embarazadas. Boudica tomó veneno para que los romanos no la atraparan y sus dos hijas huyeron para nunca más ser encontradas.

Para Roma no había igualdad entre hombres y mujeres, pero sí para los celtas. Francisca y Victoria llevaban la historia de Boudica en su ADN. La música irlandesa avivaba ese fuego que las unía a su historia, que las unía a ellas, y que las unía con Alexandre. Se miraban y reían.

—Creo que Alexandre merece un regalo —dijo Francisca al oído de Victoria con cara pícara.

—¿Qué regalo?

—Luego te contaré la idea que se me acaba de ocurrir —dijo mirando a una maravillosa mujer irlandesa que pasaba con jeans y botas rojas.

—¿Que idea? —insistió Victoria.

—¡Botas rojas! —dijo Francisca.

—¿Botas rojas? ¿Qué es eso? —preguntó Victoria.

—No. Déjame captar los detalles y luego te lo cuento. Te amo —le dijo y besó su mejilla.

—Yo también te amo mi diosa protectora y amiga —dijo Victoria devolviéndole el beso y ambas besaron sus respectivos dientes de tiburón. Alexandre las vio por el rabillo del ojo y levantó una ceja. Una vez más, se sintió eufórico y agradecido de estar vivo.

Victoria se dio cuenta de que él la miraba con ternura y deseo, como el hombre que ama a su futura esposa y se conmovió.

—¡Te amo! —le dijo y besó su boca, manteniendo el ritmo de la música con sus piernas. Algunas personas ya estaban de pie bailando en la barra. Francisca no pudo resistir las ganas. Merlin’s Bar era una bomba de tiempo a punto de explotar.

Alexandre sintió que dos mujeres guerreras, como Boudica, compartían sus collares salvajes que las hacían lucir aún más hermosas.

Entonces, la música se detuvo en seco y los músicos se fueron y llegaron otros. Eran los músicos de la que se suponía era la mejor banda de Irlanda. “¿Estos son?”, pensó Alexandre nada de impresionado. La nueva banda estaba formada por una pelirroja guapa que tocaría el violín, un hombre que tocaría un pequeño acordeón, otro joven que tocaría guitarra y una adolescente irlandesa que cantaría y tocaría la pandereta.

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Cuando empezaron, el bar estalló. La música era impresionante y producía una alegría incontrolable. La gente saltó de sus asientos y ellos hicieron lo mismo. Aplaudían siguiendo el ritmo y saltando. Había vítores y gritos de alegría.

Alexandre bailaba entre Victoria y Francisca, las abrazaba, las soltaba; lo abrazaban, lo soltaban; se abrazaban, se soltaban; se tomaban de los brazos y giraban como en los bailes irlandeses.

Y mientras bailaban, los ancestros en su sangre celebraban la fiesta de Samhain​, el año nuevo celta que Boudica celebraba y por siglos se seguía celebrando.

Bailaron toda la noche y cuando el sol salió, tomaron un taxi que los llevó al hotel.

Al bajar del auto, notaron que Francisca no bajaba.

—Pero, ¡cómo! ¿No vas con nosotros? —preguntó Victoria.

—No. Debo viajar a Londres para encontrarme con mi padre. Recibí un mensaje de texto mientras estábamos bailando. Nunca antes lo había visto tan preocupado. Quiere hablar conmigo sobre algo urgente.

—¿Le pasó algo?

—No. Me dijo que está bien, pero que necesita verme ahora. Disfruté mucho esta noche. Nunca la olvidaré. Los amo —dijo y se fue al aeropuerto.

Él y Victoria subieron a la habitación del hotel.

—¿Por qué amo tanto a esa mujer? —exclamó Victoria.

—Es adorable, ¿verdad? —dijo él.

—Sí. Nos tiene a ambos bajo su hechizo —añadió ella.

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Una Mente Excepcional, por Charles Kocian. Copyright 2024. Todos los derechos reservados.

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