ACTO III - CAPÍTULO 3

CONSPIRACIÓN EN PARÍS

Jueves 24 de septiembre de 2019

Club de esgrima Tour D’Cygne

París Francia

Tres meses después que Ronald había organizado el trabajo para publicar el libro en la cabaña de Noruega, La Familia finalizaba la reunión ordinaria en el club de esgrima de París. Habían conversado sobre el desastroso viernes 13 antes de la final del Mundial que había manchado mortalmente la reputación de su nombre, algo que habían planificado de antemano. Su nuevo nombre público era La Colonia, pero entre ellos se seguían llamando a sí mismos La Familia.

Pero lo que no había salido de acuerdo al plan era que las bombas nucleares no habían explotado en la final del Mundial en Moscú para producir el Armagedón y la caída de la bolsa de valores que causaría. Habían comprado opciones de acciones a la baja esperando que la caída multiplicara por cien sus fortunas, pero como el Armagedón no había ocurrido habían perdido el noventa por ciento de ellas.  Había sido un desastre para todos en La Familia, incluida la dinastía Gambino. Su padre había hecho todo bien, pero esa última jugada había destruido la fortuna que habían acumulado durante siglos, aunque lo que había quedado seguía siendo grande. Los gemelos Flavio y Enzo Gambino eran los líderes de la nueva generación. Habían encontrado el cadáver de su padre en la casa de Nueva Zelanda, junto a otros nueve, pocos días después de la final del Mundial. Matarían a todos los familiares de esos cadáveres.

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Para asegurarse que no los engañaran, tomaron muestras de los charcos de sangre que había adentro y afuera de la casa y las enviaron a un laboratorio para hacer una prueba de ADN y así comprobar sus identidades. El laboratorio les entregó una lista de nombres y apellidos que relacionaba al ADN de la sangre con cada uno de los cadáveres, pero se encontraron con una sorpresa. Había sangre de un cadáver que faltaba. El laboratorio les dijo que esa sangre correspondía a Boris Petrov un ruso que había trabajado para la KGB pero que hacía años que había desaparecido sin dejar rastro. Los gemelos juraron encontrarlo y matarlo.

Poco después que los gemelos se despidieron de los otros que habían asistido a la reunión, un gigante de dos metros los interceptó en la calle, vistiendo un abrigo negro que llegaba hasta el suelo, en pleno verano. Era el guardaespaldas de Genaro. Mostrándoles un arma bajo el abrigo los invitó a subir a la limusina.  

Después de subirse, el guardaespaldas cerró la puerta y se dieron cuenta que adentro hacía frío, pues el aire acondicionado siempre mantenía la temperatura a ocho grados Celsius. Vestidos con ropa de verano, los gemelos sintieron el frío en sus cuerpos cuando se sentaron frente a Genaro, quien les apuntaba con un arma, con el dedo en el gatillo, debajo de su abrigo. Seguía siendo el único canal de comunicación con el Gran Coordinador. No los saludó, no se movió y permaneció mirándolos en silencio, casi un minuto, hasta que habló.

—Bambinos. El Gran Coordinador no quiere violencia. ¿Capisci? No ahora que la prioridad es sacar al intruso de la Casa Blanca. El presidente John MacDoe es un intruso, un mal hablado, una piedra en el zapato. El problema es que la economía está muy bien y seguro que saldrá reelegido. No lo podemos permitir. Por ahora, olvídense de vengar la muerte de su padre —dijo Genaro.

—¿Cuál es el problema? Yo, vengo a mi padre; tú, sacas al intruso. ¿En qué topamos? —preguntó Flavio desafiante.

—¡No es el momento de hablarme así, bambino! ¡Eres más testarudo que tu padre! ¿Cuál es la urgencia de esa venganza? ¿Aun no aprendes que se sirve en plato frio? Lo importante ahora es sacar al intruso de la Casa Blanca y para ello iniciaremos una pandemia. Liberaremos un virus muy contagioso que provocará el colapso de la economía en todo el mundo y también en los Estados Unidos —dijo Genaro.

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—¡De que hablas Genaro! ¡La economía en América es sólida! —dijo Enzo y Genaro cerró los ojos, como si hubiera sentido una punzada de dolor en alguna parte de su cuerpo, hizo un sutil gesto de desagrado con su cara y habló conteniendo su ira.

—No Enzo, no es tan sólida. Pero antes déjame decirte algo —dijo Genaro con los ojos cerrados, los abrió, lo miró con ira y luego habló pausadamente—. Bambino, cuando tú estés frente a mi presencia, tú nunca jamás vas a decirle a este país “América”, ni a sus ciudadanos “americanos”, o te mato. ¿Capisci? Este país es un huérfano arrogante que le robó el nombre a un continente. Solo dile Estados Unidos y a sus habitantes estadunidenses —dijo Genaro, suspiró, tomó un vaso de whisky del bar de la limusina, bebió un sorbo, dejó el vaso donde estaba, se los quedó mirando por unos largos segundos y luego agregó—. En cuanto a la economía, estúpido, todos sabemos que cuando va bien los presidentes son reelegidos. Ahora la economía está bien, pero no es sólida, bambino. ¡La economía nunca es sólida! ¡Qué cosas dices! —exclamó Genaro luchando por contener su ira y continuó—. Pero, si el día de la votación vemos que MacDoe va ganando, tendremos todo preparado para impedirlo. El pánico que produciremos con las noticias de la pandemia será peor que el virus mismo y hará que millones de personas prefieran votar por correo por miedo a contagiarse si votan en persona. Robaremos las elecciones y será tan fácil como quitarle un dulce a un niño —dijo Genaro.

—Si es tan fácil, entonces, yo vengo a mi padre y tú le quitas el dulce al niño —dijo Enzo desafiante.

—¿Tú también? ¡No seas insolente! ¡Harás exactamente lo que yo te diga! ¡Concéntrate y escucha! Por ahora no vengarán la muerte de su padre. Yo los buscaré después que liberemos al virus en enero del 2020. Esperen hasta entonces y luego les diré que deberán hacer —dijo Genaro.

—¿Por qué no podemos vengar a nuestro padre y ayudarte a sacar al intruso de la Casa Blanca al mismo tiempo? —preguntó Enzo.

—Enzo, ¿vas a seguir? ¡Si digo que no es porque no! ¿No entiendes que un no es un no? Los dos harán exactamente lo que yo les diga. ¿Capisci? —dijo Genaro moviendo el arma debajo de su abrigo para que ellos se dieran cuenta.

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—Capisci —respondió Enzo captando que Genaro les apuntaba con un arma.

—¿Y tú Flavio? ¿Harás lo que yo te diga?

—¿Tenemos otra opción? —preguntó Flavio.

—El cementerio —dijo Genaro con una sonrisa cínica otra vez moviendo el arma debajo de su abrigo y preguntó—. Entonces, que me dicen cabezotas, ¿obedecerán?

—Está bien —dijo Flavio en voz baja.

—No te escucho —dijo Genaro.

—¡Sí! ¡Obedeceré! —exclamó Flavio.

Ambos gemelos asintieron pues sabían que Genaro aún era el vocero del Gran Coordinador, por lo que no les quedó otra opción que dar su consentimiento.

—¡Bene, bene! Lo importante es que el intruso de la Casa Blanca, esa boca grande que no filtra su pensamiento, nunca más pise Washington. ¡No puede ser reelegido el año que viene! —exclamó Genaro y, captando que habían entendido, quitó el dedo del gatillo, dejó de apuntarles y agregó—. No se preocupen por esos futbolistas que están escribiendo ese libro. Tenemos todo el tiempo del mundo para aplastar a esas cucarachas miserables. Ragnar los estaba ayudando, pero vuestro padre hizo un buen trabajo en cortarle la cabeza. Sin cabeza ese grupo disidente, la oveja negra en La Familia, no llegará muy lejos. Además, si esos futbolistas, que presumen de filósofos, se les ocurre lanzar su libro en la pandemia fracasarán —dijo Genaro.

—¿Por qué estás tan seguro? —preguntó Enzo.

—¿Por qué? Enzo, ¿eres estúpido? Porque haremos que la Organización Global de la salud obligue a los gobiernos de todos los países a hacer cuarentenas y prohibir reuniones, en hoteles, teatros y estadios. ¿Cómo van a promover el libro y firmar autógrafos si será ilegal reunirse? ¿Dónde van a venderlo si las librerías van a estar cerradas en todo el mundo? Y aunque estuvieran abiertas, la gente va a quedarse en casa por miedo a contagiarse —dijo Genaro.

—¿Ese es el plan? —preguntó Enzo.

—Sí, ese es el plan, y funcionará porque es un virus muy contagioso y le haremos mucha propaganda en las noticias. Ya está todo preparado y será un espectáculo mediático hermoso —dijo Genaro y continuó—.

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Veremos como el miedo paraliza la razón hasta el absurdo. Habrá gente que saldrá a trotar a una calle vacía o a una playa desierta, usando una máscara antivirus, sin nadie alrededor que pudiera contagiarlos, ni a nadie a quien ellos pudieran contagiar. ¡Que estupidez más grande!  —dijo Genaro, se rió y continuó—. Falsificaremos los datos de los muertos en los hospitales para que los certificados de las defunciones digan que la causa del deceso sea el virus, incluso cuando la verdadera causa sea ajena, como un cáncer terminal, influenza o un accidente de tránsito. He comprado millones de euros de acciones de las farmacéuticas que fabricarán las vacunas. Los gobiernos correrán a comprarlas. Es una gran oportunidad para ganar una fortuna —dijo Genaro y agregó—. Censuraremos a cualquiera que cuestione a los expertos y periodistas que ya hemos sobornado para producir el pánico que necesitamos.

—¿Está confirmada la fecha en que se liberará el virus? —preguntó Flavio.

—Sí. Enero del 2020, en China, pero la Organización Global de la Salud la declarará oficialmente en marzo —dijo Genaro.

—Entonces compraremos opciones de acciones a la baja o puts. Espero que esta vez no te equivoques —dijo Enzo.

—Yo ya he comprado una gran cantidad —dijo Genaro y agregó—. Si van a comprar háganlo rápido que se está corriendo la voz.

Genaro les contó que no era la primera vez que La Familia planificaba una pandemia. Lo habían hecho varias veces a lo largo de la historia. La más memorable era la Peste Negra. Habían descubierto que unas ratas pequeñas de pelo blanco trasmitían la enfermedad. Las metieron en rutas comerciales y echaron a correr dos rumores. El primero, culpar a los judíos de envenenar los pozos de agua; el segundo, que la enfermedad la transmitía una rata grande de pelo oscuro. Mal informados, los gobernantes entraron en pánico, persiguieron a los judíos que siempre han sido nuestros rivales comerciales y sus malas decisiones contribuyeron al desastre. Se establecieron toques de queda, prohibiciones de viajar y cuarentenas. La Familia planificaba hacer lo mismo para el año 2020.

Con la Peste Negra, las dinastías que controlaban La Familia, se habían hecho más ricas cuando compraron grandes extensiones de tierra a precios muy bajos, debilitando la riqueza de los aristócratas y caballeros feudales que sólo tenían tierras.

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Con más capital se habían convertido en propietarios de los talleres de seda de Venecia y financiaron nuevas tecnologías. La Peste Negra fue una bendición a escala local, lo que La Familia va a lanzar será una bendición a escala planetaria. Se realizará en dos etapas. La primera, muy contagiosa, pero no muy mortal; la segunda, algunos años después, súper mortal.

Los gemelos tiritaban de frío y antes de bajarse de la limusina, Genaro les leyó un papel que siempre llevaba en su bolsillo.

«Hay personas que saben cómo y por qué, que les pagan a personas que saben cómo y no por qué, y no les importa, para engañar a la mayoría de la gente, que no saben cómo ni por qué, y nunca lo sabrán, y tampoco les importa».

 

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Una Mente Excepcional, por Charles Kocian. Copyright 2024. Todos los derechos reservados.

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